viernes, 18 de noviembre de 2011

Estoy segura de que una tarde voy a cometer un crimen


Me había quedado sentada sola en la estación del tren fantasma, allá en el fin del mundo donde el sol rajaba la tierra una tardesita de enero.

En mi cabeza divagan algunos recuerdos torpes, de momentos inconcientes que viví en aquellos tiempos de tristeza absoluta.
Es que la estación está siempre igual, nunca va a cambiar...

Tenía la sensación de que alguna vez llegaría este momento, pero nunca pensé que tan pronto... ¿o sí?
Estaba tendida en el suelo arenoso, sus ojos perdidos no decían más, todo había terminado. El desenlace más violento y tal vez más placentero de los últimos tiempos. Ya estaba harta!

Fue muy confuso, pero lo que recuerdo es suficiente.
Siempre deteste esa actitud, ese menosprecio por el mundo entero, esa mirada altanera, esas palabras frías, cortantes, hostiles.
Ya me había cansado de sentirme amenazada, de tener miedo de molestar, de que se comporte como mi mamá, de que me haga sentir culpable, que utilice siempre el papel de víctima y en la cara me diga "yo no me hago la víctima". Me hartaste!
Esa actitud! la odio!...

Nunca nadie me genero tanta violencia, odio esa parte de mi y le costaba tan poco sacarla... la odiaba. Me cansaste!

Corrí llorando, tan cansada de todo, corrí con el cuchillo en la mano... corrí muy rápido y la alcancé. Estaba tendida en el suelo arenoso, sus ojos perdidos no decían más, todo había terminado. El desenlace más violento y tal vez más placentero de los últimos tiempos. Ya estaba harta y la maté...

Me había quedado sentada sola en la estación del tren fantasma, allá en el fin del mundo donde el sol rajaba la tierra una tardesita de enero. Ella estaba en el suelo y yo no podía mirarla...
Vi cuando se la llevaban, cuando mamá lloraba, cuando decían tan claro, que ella era yo.