domingo, 16 de diciembre de 2012

Ironías

Busqué adentro de mi mente indefinidos ejemplos de aquello que me pasaba, en cuatro años había tenido infinidad de romances oníricos con diferentes señoritas que se fueron cruzando en mi vida, algunas sólo pasaron y otras fueron quedando y perdiendo su sensualidad a medida que se volvieron realmente mis amigas. Me senté a pensar varias veces en cómo no me había dado cuenta, y en por qué había elegido a un compañero como objeto de deseo si realmente no lo deseaba, incluso ahora lo miraba con ojos de desconfianza. No entendía por qué a todas les gustaba cambiar de “chico” y a mí siempre me gustaba el mismo y ante cualquier posibilidad de obtener un sí de aquel muchacho corría a ocultarme detrás de una evasiva una mentira, un invento. Los años fueron pasando entre recuerdos y confusiones, por las noches soñaba con sucesos de mi infancia y de día inventaba romances con chicos de boy bands. Como toda pre adolescente me gustaban los Backstreet Boys y Five, tenía posters de ellos intercalados entre las muchas fotos de la rubia, que claramente superaban el número de los chicos del callejón. La verdad es que en ese momento no me importaba demasiado que alguien lo notara, sencillamente porque no me parecía demasiado del otro mundo que no pudiera dejar de ver su cara de chica sexy e inocente. No me atormentaba que todo tuviera su cara porque a nadie le llamaba la atención y si así era no me lo hacían saber, pero si me inquietaban algunas otras cosas que aún hoy me inquietan. Creo que tenía alrededor de ocho o nueve años, estábamos con mi familia en la casa de unos amigos de mis papás, ellos tenían un kiosco librería y estaban por empezar las clases, la señora de la casa me llamó a mí y a mi hermana y nos ofreció carpetas para regalarnos. Recuerdo que los dibujos de las carpetas eran diferentes, había una de Barbie, otra de un mundo de colores y caramelos y otra de una 4x4. Sin dudarlo demasiado yo elegí la 4x4 y dos paquetes de soldaditos de yapa, salí afuera y me senté en el patio a jugar con mis nuevas adquisiciones y los escuché. Ellos estaban comiendo un asado mientras yo me divertía, se reían y tomaban algunas cervezas. Mi papá y sus amigos se veían felices bromeando y contando anécdotas hasta que uno de ellos me miró y le dijo algo a papá, no estoy muy segura de lo que comentó inicialmente, pero una frase nunca se fue de mi cabeza, fue algo así como “tené cuidado que ya veo que de grande te patea para el otro lado”. Creo que en ese momento no lo comprendí pero sentí algo muy extraño, sentí vergüenza, miedo de decepcionarlos, sentí que era un horror si eso pasaba. Hoy no puedo describir un sentimiento que no supe determinar en ese momento, pero sé que era muy difícil para mí escuchar todo eso y tener miedo de no ser lo que todos esperaban. Soñaba cada noche con sucesos de ese tipo, tenía miedo que me dijeran lo mismo porque jugaba al futbol, porque quería hacer karate, porque no me gustaban las polleras, porque me subía a los árboles y tenía una casa sobre uno de ellos, entre otras tantas cosas. Hoy me parece absurdo haber temido tanto, hoy estoy segura de que cualquiera de estas cosas no tuvieron que ver con lo que yo elegí o sentí, creo que nada de todo aquello definió mi sexualidad. Mientras en el colegio las chicas se daban su primer beso yo jugaba con mi colección de figuras de acción de Dragon Ball, X-Men, Los Caballeros del Zodíaco, miraba Capitan Tsubasa, Detective Conan y uno de los más controversiales en ese momento de mi vida, Sailor Moon. En Sailor Moon había dos personajes que me quitaban el sueño, Sailor Urano y Sailor Neptuno, una de ellas parecía un hombre y la otra aparentemente era su novia. Nadie explicaba nada e incluso no se besaron jamás por lo menos no en los capítulos que se transmitían en Argentina, pero entre líneas uno leía que esas dos mujeres estaban de novias. ¿A quién podría preguntarle sin que me etiquetara de algo que no sabía de qué se trataba?, ¿con quién podía hablar de que no podía dejar de ver la serie por ellas, que me hacían sentir “identificada” aunque yo no lo viera así hasta hoy?; Por supuesto que con nadie, así que me quede en silencio, ensimismada en mis pensamientos durante mucho tiempo más. No me interesaba en lo más mínimo jugar a verdad consecuencia, no me importaba tener 14 años y no haber besado a nadie porque en realidad no quería, no sentía que debía ser así y me escapaba de esas situaciones no apareciendo por ninguna fiesta. No sé si alguien lo notaba ya en aquel entonces pero el tema no se hablaba mucho, en el fin del mundo no existían esa clase de cosas ese tipo de sensaciones no pertenecían a la comunidad o quizás si existían las eliminaban de alguna u otra manera. Para aplacar la sospecha me mentí a mí misma una vez más, su nombre era Miguel y tenía algún que otro año menos que yo. No había hablado nunca con él y sólo lo había visto por ahí un par de veces, porque el hermano era el novio de una de mis mejores amigas. Fue así como el 28 de mayo de 2003 por primera vez en mi vida besé a un chico, en el fondo de un salón de fiestas detrás de un arbusto y con miedo de hacer todo mal. Él era un poco más alto que yo, tenía el pelo corto y creía que era el galán más sensual de todo el fin del mundo, sentía que era el hombre perfecto y a mí me parecía bien. ¡Que crea lo que quiera! Pensaba, pero que me bese de una vez. Estaba nerviosa, me temblaban las manos y las piernas, tuve que ponerme de puntas de pié para acercarme a él, lo hice lentamente, él me agarro de la cintura y me atrajo contra su pecho, me miro y me dio el beso más patético y aburrido de todo el universo, su boca estaba paspada se sentía frio, su aliento olía a chicle de menta y no sabía a nada, fue un fiasco, pero fue mi primer beso. Patético. Mis compañeros lo vieron y rieron, se pusieron contentos y todos me aplaudieron más tarde, pero no estoy segura de haber sentido algo especial o lindo. Después de ese día no lo volví a ver y tampoco me interesó demasiado el asunto, todo quedó perdido en el tiempo como un capítulo más en mi vida, como algo que tenía que pasar, como una etapa que tenía que quemar ya. Seguramente después de leer esto algunos van a pensar que ese fue el problema, como las cosas no habían sido espléndidas como toda adolescente imagina y el hombre no fue ni el indicado ni el mejor besador del mundo yo me fui por otro camino. Claro, fue culpa de las malas experiencias… Pero déjenme decirles algo: ¡No sean tan ingenuos!, las cosas no pasan por cuestiones tan banales. Ahora que lo pienso en frío, creo que en ese momento mi cabeza estaba ocupada en cosas más importantes. Tenía un cuaderno en el que escribía canciones, poemas y textos sueltos, nada que concuerde pero todo tenía dueña. Claro que ella no tenía idea, ni yo tenía bien claro que era lo que hacía, pero sí sabía que no podía existir sin su presencia. En mi mundo de principito ella era mi rosa, mi flor, mi único… amor. Sigue By Pox