viernes, 14 de diciembre de 2012

Ironías

Diario de una duda
En el fin del mundo las cosas no son lo que parecen, las personas que sonríen no están felices realmente, los que te acompañan por lo general te están dejando solo, y los que tienen dinero en realidad no lo tienen. Todos los que dicen ser tus amigos no lo son, y todos los que se te acercan simplemente quieren alejarte, todos dicen saber todo lo que sucede, y como no saben nada, es necesario inventar ciertas cosas para no quedar por fuera de la masa. En el fin del mundo, nada es tan sencillo como se ve… Yo vivía en el fin del mundo, pertenecía a un séquito de idiotas y no comíamos comidas rápidas. Nos juntábamos en la casa de la reina de la infelicidad, y compartíamos copetines que su madre ausente preparaba en sus momentos de ocio. Jugábamos juegos de mesa y no tomábamos alcohol, ingeríamos gaseosas de primera marca y pertenecíamos al club de deportistas más exclusivo de aquel lugar. Algunas veces salíamos por separado, pero era casi imposible no vivir en comunidad, era algo imperativo, necesitábamos estar juntas constantemente. Compartíamos todo, cumpleaños, cine, teatro, charlas de día, de noche y no podíamos bajo ningún concepto ocultarnos el más mínimo detalle de nuestra existencia… Ahora que me detengo a verlo, creo que ese fue mi principal error. En el fin del mundo no existían los secretos pero tampoco las verdades absolutas, todo era relativo y la gente lo validaba siempre que más de dos personas dijeran o supusieran lo mismo, por lo que era muy sencillo eliminar a un presunto enemigo descubriendo algo sombrío en su vida, o simplemente inventándolo… claro que ese no era mi caso, lo mío fue diferente. Aquél séquito de idiotas terminó con mi inocencia una triste primavera en el 2003…

No hay comentarios: