viernes, 14 de diciembre de 2012

Ironías

Cuatro años atrás…
Todo comenzó durante el primer cuatrimestre de 1999, no recuerdo exactamente la fecha, pero si estoy segura que fue durante ese periodo por un hecho que marcó mi vida de una vez y para siempre. Tenía once años cuando el secreto comenzó a hacerse presente en mi vida y en consecuencia en el fin del mundo. Estaba acostada mirando la televisión cuando el principio del fin me miró a los ojos marcado por el compás de una canción pegadiza y el caminar de una rubia, muy rubia debilidad. Apareció danzando ante mis ojos, irreverente, atrevida, sin ningún tipo de vergüenza y con demasiada seguridad, tenía unos 17 años en ese momento y una voz demasiado irresistible para mí. Me quedé anonadada mirando la pantalla, ella sonreía de costado mirando un reloj y escuchando un timbre sonar de fondo, yo no podía mediar palabra no entendía que pasaba, aunque en el fondo sabía exactamente qué era lo que estaba sucediendo. Espere durante horas que vuelva a aparecer la rubia bailando en la televisión mientras pensaba seriamente algunas cosas, saqué cuentas, sumé, resté, hice ecuaciones y problemas, entendí un par de cuestiones y analice sueños pasados que habían quedado latentes en mi cabeza de once años de edad. Recordé que hacía algunos años, al menos cuatro, había soñado con una chica un año más grande que yo. Ella iba un curso superior al mío, y siempre bajaba al recreo corriendo por las escaleras para ser la primera en el kiosco, compraba un helado de vainilla y se paraba en frente de la puerta principal. Yo me escondía detrás de un árbol que daba a esa puerta y la miraba, no sabía por qué tenía la necesidad de hacerlo, y cuando no la veía me carcomían los nervios, la buscaba entre la gente, la seguía con la mirada y hasta perdía la concentración en mis partidos de fútbol con canicas por ver su extenso pelo rubio cruzarse ante mí. La soñé un par de veces, para mí era algo normal y no sentí nunca que me gustara, sólo me atraía, orbitaba a su alrededor como si fuese su satélite natural pero no lo asocié jamás a un “enamoramiento”, claro que yo a los seis años no tenía ni idea de que existía la posibilidad de querer tener a una persona de mí mismo sexo al lado, no era posible que lo pensara, no había nada que pudiera asociar a aquel sentimiento, porque claramente lo que todos conocemos desde un principio es “mamá y papá” “chico y chica”. A todas mis amigas les gustaba algún compañero y eso era lo único que yo veía, a nadie le gustaba uno del mismo sexo nunca lo había visto en ningún ámbito, para mí no existía otra cosa que ser “heterosexual” sin saber siquiera lo que era un heterosexual! Por lo que no podía verlo y no entendía que me pasaba, al parecer no todas las nenas sentían tal amor por una amiga, no sentían la misma atracción que yo sentía hacia la chica del otro curso, por ejemplo. Era confuso, no sabía si estaba bien o mal si yo funcionaba como debía, no sabía nada, eso no existía. Así que esa fue la primera vez que pensé en eso, después de aquel video necesité hacer un repaso de mi existencia, necesité entender lo que nunca había entendido y me comencé a adentrar en un mundo diferente, en un sistema distinto al que se manejaba en el fin del mundo. Cuatro años atrás… Todo comenzó durante el primer cuatrimestre de 1999, no recuerdo exactamente la fecha, pero si estoy segura que fue durante ese periodo por un hecho que marcó mi vida de una vez y para siempre. Tenía once años cuando el secreto comenzó a hacerse presente en mi vida y en consecuencia en el fin del mundo. Estaba acostada mirando la televisión cuando el principio del fin me miró a los ojos marcado por el compás de una canción pegadiza y el caminar de una rubia, muy rubia debilidad. Apareció danzando ante mis ojos, irreverente, atrevida, sin ningún tipo de vergüenza y con demasiada seguridad, tenía unos 17 años en ese momento y una voz demasiado irresistible para mí. Me quedé anonadada mirando la pantalla, ella sonreía de costado mirando un reloj y escuchando un timbre sonar de fondo. No podía mediar palabra, no entendía que pasaba, aunque en el fondo sabía exactamente qué era lo que estaba sucediendo. Espere durante horas que vuelva a aparecer la rubia bailando en la televisión, mientras pensaba seriamente algunas cosas, saqué cuentas, sumé, resté, hice ecuaciones y problemas, entendí un par de cuestiones y analice sueños pasados que habían quedado latentes en mi cabeza de once años de edad. Recordé que hacía algunos años, al menos cuatro, había soñado con una chica un año más grande que yo. Ella iba un curso superior al mío, y siempre bajaba al recreo corriendo por las escaleras para ser la primera en el kiosco, compraba un helado de vainilla y se paraba en frente de la puerta principal. Yo me escondía detrás de un árbol que daba a esa puerta y la miraba, no sabía por qué tenía la necesidad de hacerlo, y cuando no la veía me carcomían los nervios, la buscaba entre la gente, la seguía con la mirada y hasta perdía la concentración en mis partidos de fútbol con canicas por ver su extenso pelo rubio cruzarse ante mí. La soñé un par de veces, para mí era algo normal y no sentí nunca que me gustara, sólo me atraía, orbitaba a su alrededor como si fuese su satélite natural pero no lo asocié jamás a un “enamoramiento”, claro que yo a los seis años no tenía ni idea de que existía la posibilidad de querer tener a una persona de mí mismo sexo al lado, no era posible que lo pensara, no había nada que pudiera asociar a aquel sentimiento, porque claramente lo que todos conocemos desde un principio es “mamá y papá” “chico y chica”. A todas mis amigas les gustaba algún compañero y eso era lo único que yo veía, a nadie le gustaba uno del mismo sexo nunca lo había visto en ningún ámbito, para mí no existía otra cosa que ser “heterosexual” sin saber siquiera lo que era un heterosexual! Por lo que no podía verlo y no entendía que me pasaba, al parecer no todas las nenas sentían tal amor por una amiga, no sentían la misma atracción que yo sentía hacia la chica del otro curso, por ejemplo. Era confuso, no sabía si estaba bien o mal si yo funcionaba como debía, no sabía nada, eso no existía. Así que esa fue la primera vez que pensé en eso, después de aquel video necesité hacer un repaso de mi existencia, necesité entender lo que nunca había entendido y me comencé a adentrar en un mundo diferente, en un sistema distinto al que se manejaba en el fin del mundo. Sigue...

Ironías

Diario de una duda
En el fin del mundo las cosas no son lo que parecen, las personas que sonríen no están felices realmente, los que te acompañan por lo general te están dejando solo, y los que tienen dinero en realidad no lo tienen. Todos los que dicen ser tus amigos no lo son, y todos los que se te acercan simplemente quieren alejarte, todos dicen saber todo lo que sucede, y como no saben nada, es necesario inventar ciertas cosas para no quedar por fuera de la masa. En el fin del mundo, nada es tan sencillo como se ve… Yo vivía en el fin del mundo, pertenecía a un séquito de idiotas y no comíamos comidas rápidas. Nos juntábamos en la casa de la reina de la infelicidad, y compartíamos copetines que su madre ausente preparaba en sus momentos de ocio. Jugábamos juegos de mesa y no tomábamos alcohol, ingeríamos gaseosas de primera marca y pertenecíamos al club de deportistas más exclusivo de aquel lugar. Algunas veces salíamos por separado, pero era casi imposible no vivir en comunidad, era algo imperativo, necesitábamos estar juntas constantemente. Compartíamos todo, cumpleaños, cine, teatro, charlas de día, de noche y no podíamos bajo ningún concepto ocultarnos el más mínimo detalle de nuestra existencia… Ahora que me detengo a verlo, creo que ese fue mi principal error. En el fin del mundo no existían los secretos pero tampoco las verdades absolutas, todo era relativo y la gente lo validaba siempre que más de dos personas dijeran o supusieran lo mismo, por lo que era muy sencillo eliminar a un presunto enemigo descubriendo algo sombrío en su vida, o simplemente inventándolo… claro que ese no era mi caso, lo mío fue diferente. Aquél séquito de idiotas terminó con mi inocencia una triste primavera en el 2003…